Se da cuenta de que no hay palabras, da igual el idioma, no las encuentra.
Solo está la electricidad que recorre su cuerpo. El calambre que llega hasta la punta de los dedos. Esa electricidad que le hace estremecerse.
Recuerda minutos antes, el vuelco del corazón al ver esos ojos, buenos desconocidos de toda la vida.
Ese otro sentimiento cuando, por un provocado accidente, su mano rozó la piel.
Esa sensación de estar fuera y dentro al mismo tiempo.
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