Los espejos...

Siempre han mostrado aquello que muchas veces nos empeñamos en ocultar...
Pero... ¿porque huirlos?

miércoles, 17 de febrero de 2016

El está sentado enfrente, cruzamos miradas a escondidas, a veces más directas.

Pero el no sabe lo que está viendo…
Vé a una chica bien vestida, tacones y gabardina. Ve a una chica bien escuchar música y tararear, y tocar con los dedos un teclado imaginario siguiendo la melodía de una canción de rock.
Ve a una chica bien, tras la que se intuye una adolescente roquera.

Pero lo que no ve es lo que se intuye tras la adolescente roquera. El ve lo que yo quiero que vea. Y no quiero que vea las cicatrices en los brazos, ni las lagrimas por dentro. No quiero que vea la inseguridad que me guía.

El cierra los ojos, yo miro la puerta, alguien se acerca a mi, demasiado, me encojo en mi asiento y de pronto el está mirando, y por un segundo el ve en mis ojos y mi gesto la debilidad. Y por un segundo finjo que le importo. Por un segundo finjo que le importo lo suficiente para preocuparse por mi inseguridad.
Pero el cierra los ojos, y me doy cuenta de que en realidad no le importo. El no ve más allá de lo que yo dejo ver.


Nadie ve más allá.

viernes, 5 de febrero de 2016

Un nuevo dolor

He descubierto un nuevo dolor. Este dolor será mi nuevo interruptor.

Es el dolor del sexo brutal.

Es un dolor peligroso porque es placentero…
Ese dolor tan dentro de  mi cuerpo cuando un desconocido me embiste a lo bestia, como queriendo romperme. Cuando su polla me golpea tan dentro que siento dolor hasta en la piel. Cuando creo que voy a romperme y el sigue empujando violentamente. Cuando se que no puedo más pero aprieto los dientes y pido aún más.

Es el dolor cuando me agarra del cuello, cuando aprieta, cuando me asfixia, cuando me impide respirar, cuando me sigue embistiendo y agarrando hasta que todo empieza a volverse negro, y justo cuando se me van a cerrar los ojos me suelta y esa bocanada de aire me provoca una sacudida.

Es el dolor cuando me tira del pelo mientras me empuja contra la pared. Cuando el frio me hiela y la pared me araña el cuerpo, mientras sigue embistiendo dentro de mí y golpeando fuerte.

Es el dolor de esas manos apretando tanto mis pechos, mi cuerpo que me hace querer gritar… pero me encuentro amordazada.


Es el dolor de que cuando se acaba… solo quiero más. 

miércoles, 3 de febrero de 2016

"Ouch! Me he perdido de nuevo... 
perdida y en ninguna parte donde puedan encontrarme...

Si, creo que podría acabar con todo"


lunes, 1 de febrero de 2016

El dolor de ser usada

He descubierto que hay otro tipo de cicatrices. Son aún más afiladas y son producto de un dolor más profundo y acerado.
He descubierto las cicatrices que dejan unas manos desconocidas tocando tu cuerpo abusando de él, el dolor de alentar a unos dedos extraños ha adentrarse en ti, fuerte, con ansia.
Y este nuevo dolor tiene matices...
El dolor que ronronea cuando te maquillas para los desconocidos, ese dolor calmo de la anticipación, de volverte fríamente más atractiva para que no se resistan a follarte.
Luego esta la descarga de adrenalina del miedo de lo que pueda haber tras esa puerta desconocida. Estará solo? Habrá más personas? El miedo de no saber (o no querer) huir en caso de ser necesario...
Está el dolor frío como el acero, ese dolor como una cuchilla cuando ánimas a esa boca de cara desconocida a besarte, como besarían a una cualquiera. El desgarro de unos dedos que te invaden...

Pero bendito momento... Milagro por el cual todo desaparece. No soy yo, no soy nadie, nada. Mi instinto me dice lo que debo hacer...

Luego está la satisfacción de saberse usada, pues que otra cosa soy sino algo para ser usado. Soy algo que ya esta roto por lo que se puede jugar con el.
Soy ese muñeco al que le arrancaron un trozo y espera en el sillón a que alguien quiera jugar con el.

Luego llego a casa y la burbuja que me envolvía es tan grande que no coge por la puerta... Por lo que debo dejarla fuera (se que por la mañana se habrá ido y tendré que empezar de nuevo).
Asique cuando entro estoy desprotegida, y las sombras me llaman por mi nombre.
Tengo que apagar todo esto, pero es un interruptor sangriento.
A las personas deberían habernos instalado un interruptor, una sencilla operación al nacer, un interruptor para poder apagar el dolor. Pero como no tuve esa suerte al nacer me invento mi propio interruptor, y me abro los brazos buscándolo.
La satisfacción de la sangre llama a la calma. Y sólo entonces puedo cerrar los ojos.
Lo siento, he apagado el interruptor del todo.
Sólo espero que todos sean inteligentes y se mantengan alejados de mi.